viernes, 27 de agosto de 2010

La rasta rubia

(Viene de Musicomicbooks)

Mi ex gabacha se ha echado un novio pirata. Un pirata de verdad, un tipo grandote y barbudo que trabajó en un buque mercante del que no se conocía su carga y que se puso un aro en la oreja cuando bordeó el cabo de Hornos. El tipo en realidad es un gran músico y toca la flauta travesera y los teclados en un montón de bandas y grupos de teatro de calle que aquí llamaríamos “alternativos” y que en Francia simplemente llaman “cultura”.

La gente de esta parte del mundo es la aristocracia de los perroflautas. Lo es desde hace décadas, por convicción y porque allí esa es actualmente la cultura oficial patrocinada por el Estado. Podrían haber elegido ser unos pijazos forradísimos (y muchos lo están), pero eligen parecer unos tiradillos. El día antes unos amigos de mi ex y su pirata habían ido a buscar setas, y nos reunimos con ellos en su casa para tomar algo mientras las limpiaban y clasificaban. Llegaban cubiertos de barro, pero si te fijabas bien descubrías que habían salido al monte con ropa de Dolce&Gavanna o Tommy Hilfiger que no lo parecía. Por la noche nos reunimos en una antigua estación de tren reconvertida por la administración pública en centro cívico/sala de conciertos, donde ¡servían alcohol! y tocaban grupos hasta medianoche, para asistir a la actuación de uno de los proyectos musicales del pirata: Un sound system haciendo dub que incluía instrumentos en directo. Las paredes del local eran de pizarra, y cualquiera podía dejar escritas con tiza sus soflamas, la mayoría en contra del stablishment.

Estando allí, entre rubiazas de metro noventa con rastas meneándose pegadas a negracos imponentes, me acordé de todos los gilipollas que canonizan sobre este rollo de la fusión, como si hubiese una sola forma de fusionar estilos y culturas (de entre un espectro muy reducido de ellas, por otra parte) con un único resultado posible: el buenrollismo pseudo hippie flamenquito reagge antiglobalización de Manu Chao e imitadores. Como si Pony Bravo no hicieran fusión. Como si las 5 6 7 8's no fuera un ejemplo perfecto de multiculturalidad. Como si cualquier cosa no se hubiera convertido ya en fusión, desde salir de tapas hasta incluir la palabra stablishment hace un par de líneas. ¿Qué podía aportar yo que fuera verdaderamente autóctono español en este crisol de situación? ¿Qué forma parte sustancial de mi cultura que no estuviera ya presente en este cacao tan bien avenido? El picoto que todos llevamos dentro se me revolvió, y en un alarde de actitud cogió la tiza y escribió en la pared, aún a riesgo de hacer que me llevara un par de buenrrollistas y multiculturales hostias, lo siguiente:



En efecto: Viva España, viva el Rey, viva el Orden y la Ley.

Continúa en El cordero no se come

1 comentarios:

vaderetrocordero dijo...

Un abrazo gente. Nos leemos en El cordero no se come...

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